El otro día me pidieron en la empresa para la que trabajo, y que ocupa la mayor parte de mi tiempo y mis desvelos, que escribiera un artículo de opinión, relacionado con el día a día de mi departamento.
¿No os pasa a veces qué cuando os enfrentáis al papel en blanco os entra un poco de vértigo?
A mi sí. Y me fastidia.

Me fastidia porque hay un montón de cosas que sé que puedo decir, que sé que tengo que decir, y que además, quiero decir. Pero claro… llega el momento de decirlas, y entonces es cuando me entran los sudores de la muerte. Porque sí, lo reconozco, yo con mi puntito de chulería torera, me lanzo a cualquier cosa, sobre todo cuando me añaden a la propuesta un “¿a qué no hay….?”. En fin… a ver si maduro.
Me da la sensación de que en este tema de la creatividad, o de la creación de contenidos, o de sacar fuera lo que llevas dentro, hay demasiada presión sobre el “creador” o como quieras llamarle.
Todos queremos sacar el superartículo. El superpost, que se haga viral, que sea retuiteado. La foto magnífica, que se lleve el premio World Press, a la foto del año. Qué digo, del año… ¡del siglo! Pintar una acuarela que se subaste en Sotherby’s y rompa el último récord mundial.
Porque claro… como todos tenemos amigos, conocidos, vecinos y cuñaos, que han hecho eso alguna vez, ¿y cómo vamos nosotros a ser menos que ellos? Y digo más… no solo lo han hecho una vez, si no, que lo repiten con frecuencia. Cuando quieren.
¿Verdad que sí?
Ya.
Claro.
¡Qué presión!
Menudo truño de post me está saliendo…
Para esto, mejor lo borro todo, y me espero a que venga la inspiración en forma de lengua de fuego, caiga sobre mi cabeza y me ilumine cual apóstol cristiano en una cripta santificada.
Aunque se me está ocurriendo una cosa.
Puedo hacer eso, que no está mal, o también puedo hacer otra cosa. Que es quitarme de en medio. Y dejar de molestar. Dejar de molestar a mi creatividad, a mis ideas, a mi “lo que llevo dentro”. Dejarlo fluir y no obstaculizar.
Pienso y me imagino, cómo serían todos esos posts que habría querido escribir, y simplemente por el miedo a no conseguir el nóbel de literatura, no escribí. O todas esas fotos, que guardé en un disco duro que perdí. O todas esas…. Cada uno que rellene los puntos suspensivos con lo que quiera.
Probablemente, no dejarían de ser un truño similar a este que estás leyendo (ya te pido disculpas). O igual no. Igual, alguno incluso a alguien le habria gustado. Igual a alguien le podría aportar algo. Igual, hasta podría parecerle divertido, interesante o inspirarle para cualquier cosa. Pero no, te tendrás que esperar, a que consiga el nobel. En ese momento, sí, en ese momento, entonces ya me pondré a crear como un poseso. Ya verás que bueno va a ser todo.
O igual… hasta me habría podido servir a mi mismo, para dejar salir lo que me apetece que salga y que estoy obstaculizando. O simplemente, me habría servido para divertirme mientras lo hacía.
Voy a hacerlo, a ver qué pasa. Voy a ser creativo. Sí. Decidido.
Y para eso, me voy a quitar de en medio. Voy a dejar de juzgarme. Y si es un truño, pues bueno, siempre puedo hacer algo mejor. Pero, si no tengo punto de comparación, nunca haré nada. Voy a dejarme fluir, y que los dedos tecleen libremente. De algo me deben servir mi excelentes capacidades mecanográficas…
Voy a dejar de molestar a mi creatividad.
Voy a dejar de molestarme a mi mismo.
Total… no me van a dar el nobel.
O igual sí.
¿Te imaginas?
Por cierto, y déjame que meta la cuña, os dejo este enlace del blog de Erika Zárate, con la que los próximos días 8 y 15 de noviembre vamos a hablar de todo esto y mucho más en nuestro laboratorio de creatividad El Abrelatas, dentro de los Talleres del Aire: Pincha aqui