Génesis 3:19 Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado.
Y así, con esta maldición, comienza nuestra historia. Una historia de esfuerzo, de sacrificio y de frustración.

La verdad es que podrían haber dejado la dichosa manzanita en paz y habernos hecho la vida un poco más sencilla, pero bueno, quién se iba a imaginar todo lo que vendría después.
Y lo que vino después es una sociedad que gira en torno a la valoración del esfuerzo, con su culmen en Rocky Balboa subiendo escaleras como un poseso. Un mundo en el que se valora lo que cuesta conseguir las cosas, por encima del hecho mismo de conseguirlas. Un mundo en el que cuanto más te esfuerzas, más te admiran. Una sociedad en la que conseguir las cosas sin esfuerzo, no tiene mérito, es casi despreciado. En fin… un mundo estreñido.
Sí, porque yo no sé tú, pero cuando yo voy estreñido, lo hago con mucho esfuerzo. ¿A ti no te pasa eso?
Fijaos por la calle, las caras de la gente. ¡Cuánto esfuerzo! Nos esforzamos en el colegio, en la universidad. La mayoría de nuestra vida laboral es una vida esforzada. También nos esforzamos en caer bien a la gente que nos rodea, a nuestros vecinos, a tu cuñada, en dar a nuestra pareja lo que necesita. Hay incluso un esfuerzo para mantener la línea (sí, asume que ya no te viene el bañador del año pasado, además… ¿esas flores?) y nos esforzamos haciendo una dieta inútil.
Y nos gusta ver a los demás como se esfuerzan en hacer las cosas. Reconocemos, premiamos y admiramos a los esforzados. Porque nos educan para el esfuerzo: «mi hijo el mayor es más vago que la chaqueta de un guardia, lo aprueba todo sin estudiar, sin embargo, con el segundo, ¡estoy tan contento! ¡No sabes las horas que ha dedicado a aprobar este examen!». Nos educan en aceptar que la vida es puro esfuerzo y que por lo tanto, es pura frustración.
Y en esta cultura de adoración al esfuerzo, se nos olvida una cosa: disfrutar. Es más, está casi mal visto. Yo tengo un compañero de trabajo que viene contento todos los días a la oficina, ¡el muy psicópata asocial! Incluso, he oído hablar de personas que han seguido sus vocaciones y han hecho lo que se les ha dado bien desde siempre, eso que los modernos llaman flow, sin saber que están condenados al infierno, por ganarse el pan si esfuerzo y sin el sudor de su frente, porque lo hacen con la fuerza de saber que están haciendo lo que les gusta, lo que quieren, lo que se les da bien. En esta cultura, preferimos poner un profesor de matemáticas a nuestro hijo, para que saque un 6, antes que ponérselo de historia, para que continúe con sus sobresalientes. Total, la historia ya se le da bien… no tiene mérito.
Y es que, queridas y queridos, hay cosas que no nos han contado. No nos han contado, que no es exactamente igual hacer las cosas con fuerza, a hacerlas con esfuerzo. Ni nos han contado, que si lo que hacemos nos hace sentir bien, igual somos capaces de hacerlas mejor todavía.
Creo con total sinceridad, que el esfuerzo está sobrevalorado. Sí, te ha costado mucho esfuerzo, ¿y qué? ¿No habría sido mejor que toda esa energía la emplearas en hacer lo que realmente te gusta, lo que se te da bien? Como te ha costado mucho conseguirlo, te reconozco tu mediocridad y por lo tanto, te animo a que continúes siéndolo. Vas a recibir siempre mi admiración. Pero si lo has hecho simplemente porque te gusta, porque quieres hacerlo, porque lo haces con la fuerza del convencimiento, de la pasión, entonces, ¡ay! entonces, es que «se te da bien y no te cuesta trabajo», entonces, ni te lo premio, ni te lo reconozco, simplemente, haces lo que esperaba de ti. Además, no te pongas chulito y no te lo vayas a creer demasiado. Sí, no vaya a ser, que te de por destacar en este mundo mediocre.
Tú decides, seguir haciendo las cosas con esfuerzo, o empezar a hacerlas con fuerza.
¿Os imagináis que la historia hubiera empezado así?
Génesis 3:19 versión 2.0 Por haber probado el fruto del Árbol Prohibido, demostrando fuerza y majestuosidad, serás premiado como el ser más poderoso del Universo.
Una respuesta a “Reflexiones sobre el estreñimiento”